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La libertad es sin duda el mayor de los bienes que cualquiera puede tener. Y en un entorno urbano, la libertad de la naturaleza para desarrollarse se ve restringida por la imparable acción del progreso, que la restringe y la acorrala en áreas específicas. Pero ésta no pierde su esplendor. Es doblemente hermosa en su imparable lucha contra la acción despiadada del concreto.
El tiempo, aquel enemigo invisible que todos tratamos de derrotar, tan sólo para caer presa de sus inexorables designios. Aquel enemigo que nos brinda las más crudas y las más bellas experiencias. ¿Es acaso un exceso de vanidad y de orgullo el pretender la eternidad de las cosas? ¿O es que nuestros destinos son más elevados que un simple devenir de las cosas?.